Wednesday, October 25, 2006

Los agentes yoguis





Un grupo de policías de Tránsito acaba de graduarse de un entrenamiento poco común: clases de 'kundalini' yoga.
A las 8 en punto de la mañana llega al salón de yoga Yaneth, una mujer recia de botas negras, uniforme verde oscuro y un peto fosforescente que anuncia su ocupación: policía de Tránsito. Lleva el cabello bien recogido y en las manos carga una bolsa con la ropa para la clase de hoy. Al cabo de unos minutos vuelve vestida de un blanco impecable, con las botas y el uniforme en la mano. La expresión de su rostro de repente ha dejado de ser dura y el labial le resalta la sonrisa. Entra al salón, gobernado por una foto de Yogui Bhajan, maestro de la técnica de kundalini yoga. Junto al retrato del hombre de barbas grises y largas hay flores amarillas, un incensario y un velón encendido. Al fondo suena música con mantras de la India. Yaneth extiende una colchoneta y espera en postura de meditación.

Uno a uno empiezan a llegar los demás alumnos, todos vestidos de blanco. Todos, como Yaneth, son agentes de Tránsito. Hacen parte de un grupo pionero de cerca de 50 personas que desde abril asisten a clases de yoga como parte de un programa para el manejo del estrés y la autoridad, las relaciones de pareja y el control de las emociones a cargo de cuatro instructores de la técnica.

Minutos después aparece Gloria Inés Ospina, la profesora, quien además de ser instructora de kundalini es coronela retirada de la Policía. Se acomoda el turbante y se prepara para empezar. Los policías cantan al unísono, tres veces y con los ojos cerrados, el primer mantra de la clase: Ong Namo, Guru Dev Namo, que significa: "Me abro a la energía creativa primordial y a escuchar al maestro interior". Los mantras son sonidos para armonizar las vibraciones de la mente que no tienen ninguna connotación religiosa. Pero al principio, por supuesto, no fue fácil que 50 uniformados se pusieran a cantarlos. "Muchos, sobre todo los más religiosos, se asustaron", cuenta Clifford Saavedra, profesor que estuvo a cargo del grupo de manejo de autoridad. "Otros preguntaron si eso era vudú", añade María del Pilar Rivera, sicóloga de la Policía de Tránsito.

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Después de los mantras viene el calentamiento: una serie de ejercicios respiratorios, mudras (o posiciones yóguicas de las manos), movimientos para calentar la columna vertebral, el cuello y las articulaciones. Y en seguida, el plato fuerte: la kriya, un conjunto de asanas o posturas con un objetivo terapéutico, que constituye el elemento central de esta práctica. El kundalini yoga tiene 5.000 años de antigüedad y durante largo tiempo estuvo reservado a brahmanes, príncipes y grandes yoguis. Es una técnica fuerte y enérgica que actúa a nivel físico, electromagnético y de conciencia. "Muchos me dijeron que una clase de 'kundalini' era más fuerte que un curso de ascenso", cuenta Paola García, que instruyó al grupo con problemas de estrés.

"¡Enfócate, no te distraigas!", exclama la profesora para darles ánimos a sus pupilos, que sudan y tuercen la cara mientras intentan mantener la postura del cuervo: piernas abiertas, rodillas flexionadas y brazos al frente. "Es exigente, pero esa exigencia le hace saber a uno como persona que puede dar más. Uno siente el dolor, pero si se concentra en la mirada interior y se conecta con la respiración ese dolor se puede superar y uno lo siente menos", asegura Danilo Tovar, un agente que lleva 21 años en la policía y nueve en Tránsito.

Algunos sin embargo están tan tensos que no pueden mantener una postura más que unos pocos segundos. Otros llegan tan cansados a la clase que se quedan dormidos durante las asanas. No es para menos. El uniforme de un agente, incluyendo el casco, las botas altas y el arma, llega a pesar 16 kilos, y una jornada en medio de las calles bogotanas puede durar incluso 14 horas. Si a esto se añade que los policías andan buena parte del día montados en una motocicleta y que sus interlocutores no son precisamente la mata de la decencia, se entenderá que los niveles de presión y estrés a que están sometidos no son nada despreciables.

"El 52 por ciento de las quejas de tránsito están relacionadas con la interacción del policía con el ciudadano, expone el coronel Ómar González, comandante de Tránsito. Con estas clases buscamos pasar de la teoría del manejo de conflicto a que los agentes puedan manejarse a sí mismos y a las situaciones conflictivas con que se encuentran a diario".

Todo indica que el esfuerzo funcionó. Al final de la clase, después de una relajación dirigida, los agentes salen con la mirada clara y una expresión relajada en sus rostros. Yaneth confiesa que el yoga le ha traído un cambio radical a su vida. "Yo tenía un conflicto interno grande, una pelea conmigo misma. Aprendí que aunque el estrés y la tensión siguen ahí, lo importante es cómo los toma uno. Y no es charlatanería, pero desaparecieron los dolores de cabeza y de espalda".

Pero la enseñanza fue sin duda mutua. "Yo aprendí a no juzgar la apariencia que da el uniforme, que es dura y fuerte. Ahora sé que hay mucho más detrás de eso", afirma Esmeralda Saavedra, la instructora del grupo de manejo de las emociones. María Isabel Andrade, esposa de Danilo, con quien ha asistido a las clases de yoga en parejas, también saca su conclusión: "Esto es un remezón de la conciencia, un llamado a cambiar los conceptos y la actitud. Es una oportunidad para empezar a sentir el cuerpo como un instrumento para estar bien." O como dice el agente Alexander Gallego: "Uno no se preocupa por alimentar esa parte espiritual porque se le ha olvidado. Pero es algo que realmente lo nutre a uno".

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